Criatura de la Noche

29 de marzo de 2014

Cómo finas agujas de cristal el frío penetra en mi piel. Caigo, caigo hacia una profunda oscuridad. No recuerdo, simplemente existo. Tengo frío, mucho frío y sin embargo tengo la sensación de qué no siento. ¿Qué me ocurre? ¿Dónde estoy? ¿Quién soy? ¿Quién fui? Demasiadas preguntas y no encuentro ganas de buscar en mi mente respuestas. Todo está en silencio, un silencio oscuro que me inspira terror. Quiero gritar pero no tengo voz, quiero llorar pero no me quedan lágrimas, quiero moverme pero mis músculos no responden.

Quiero volver a casa. Ese pensamiento me golpea, me golpea porqué quiero ir a un lugar qué ni siquiera recuerdo. ¿Mi hogar? ¿Cuál es mi hogar? Quiero volver a casa. Ese deseo cada vez es más intenso y sin embargo, a pesar de que no debe ser malo, lucho contra él. No quieres volver a casa. Escucho una voz en mi interior. Grave, negra y tenebrosa. Es mi propia voz, más algo ha cambiado en ella. No sé cómo era antes pero sé qué esa no es la misma voz. Es como si… es cómo si mi pensamiento y mi verdadera voz fuesen dos entes distintos. Elige tu camino, elige tu destino, pero no elijas a la gente qué amas, amar significa tener algo qué perder. Elige con la cabeza, no elijas con el corazón, y recuerda, ten cuidado con el cazador.

No entiendo, no comprendo, mi cabeza quiere estallar. ¿Qué significa? Estoy congelada, ni siquiera oigo mi propia respiración, aunque… ahora qué lo pienso no la he oído en ningún momento. ¿Acaso estoy muerta? ¿Es esto el limbo? ¿O acaso me encuentro entre el sueño y la vigilia? No lo sé, no lo sé, no sé nada, sólo sé que debo elegir. ¿Pero qué debo elegir? Mi cabeza da vueltas, arde cómo si nunca hubiese funcionado tan rápido. Nada tiene sentido, nada, absolutamente nada.

Lentamente, cómo si alguien me arañase, siento dolor en todo el cuerpo.  Cada milímetro de mi piel se inunda de un dolor agudo, es el infierno y ni siquiera me deja pensar correctamente. Cuanto más dolor más me retuerzo. Oigo voces a mi alrededor, más no las comprendo. Dolor físico y psicológico. Me duele no recordar y cuanto más mal me encuentro, a cuanto más hundida estoy, más firme es mi creencia de que he olvidado, no he olvidado, no. Perder, sí, esa es la palabra. He perdido algo de mi ser.
De repente todo cesa, las voces, el dolor y se instaura el silencio. Un silencio fuerte y helado. Mi cuerpo está detenido, detenido sin saber lo que va a ocurrir.  Una imagen pasa fugaz por mi mente.  Una niña corriendo por el bosque. Todo comienza a dar vueltas. La oscuridad se entremezcla con la luz y me encuentro en el mismo bosque. Miro a mi alrededor y no encuentro ningún recuerdo, en mi mente no hay nada. Sé qué dos más dos son cuatro pero no encuentro nada referente a la vida, sé que el mundo gira pero no encuentro mi pasado, sé escribir, estoy segura, lo hago con los dedos en el barro qué encuentro, pero no se escribir mi historia, no la conozco, ni siquiera sé si he existido.

Sólo se oye el roce de las hojas con un viento que ni siquiera siento. Ni pájaros, ni animales, nada, absolutamente nada. Me embarga un sentimiento de vacío y no sé qué hacer. No sé adónde dirigirme. ¿Seré un fantasma? El silencio se rompe oigo pasos, pasos apresurados. Mi corazón se detiene, si es que alguna vez lo he oído bombear sangre, algo que dudo que haya ocurrido. Mis oídos separan los sonidos, los desenredan cómo si fuesen una telaraña más colocada y sé. Sé que alguien me persigue. Algo me lo dice, me parece evidente, algo por primera vez me parece evidente.

Ni siquiera sé cuándo he comenzado pero corro, corro sin dirección y cuanto más corro más fuertes oigo los pasos. Era cierto, me persiguen. No me canso, algo me dice que podría correr durante horas. No siento dolor, voy descalza y me clavo astillas de las ramas y no me duelen. Sé que sangró pero no duele. Sangre. Huelo mi propia sangre, oigo pasos lejanos y veo en la negrura del bosque, los rayos del sol no se filtran entre las ramas. Nada ni nadie puede pararme. Me siento poderosa y nunca me había sentido así, no recuerdo pero siento que así ha sido. ¿Es esto la libertad?

El bosque se termina, unos cuantos árboles más y veo la luz del sol. Oigo a mi espalda risas de triunfo ¿Por qué? Voy ganando, estoy ya muy lejos de mi perseguidor. ¿Por qué me persiguen? ¿Acaso es el cazador de mi pensamiento?


Corro más rápido, salgo del bosque y caigo de dolor. Los rayos del sol inundan un prado verde y húmedo. Un día radiante que me quema, mi piel arde y tengo qué arrastrarme a la negrura de la frontera entre el bosque y el prado. ¿Qué ocurre? ¿Por qué el sol me quema? Soy muerte y destrucción, soy oscuridad y abismo, no soy vida y nunca lo seré. Otra vez mi pensamiento. Miró al fondo del prado. Hay una casa, una bonita casa de madera. Enfoco la vista mientras mis brazos doloridos van curándose. Una mujer tiende la ropa. La conozco. La contempló e intento recordarla. —Madre ¿Por qué este prado es siempre tan verde? Un recuerdo, me sorprende que un recuerdo pueda recopilarse en una frase. Mi madre, era mi madre. Algo me dice que ya no lo es.

Siento mi mente ardiendo. Algo quiere salir. “Elige tu camino, elige tu destino, pero no elijas a la gente qué amas, amar significa tener algo qué perder.” La detengo. Si es cierto y es mi madre y mi presentimiento es verdadero se lo qué elijo. Desecho mis recuerdos. No quiero recuperarlos. Y olvido. Deseo olvidar. Bloqueo mi propia mente, mi pasado. Elijo mi camino y se lo que tengo que hacer. Me levanto y me vuelvo de espaldas al sol. Noto un dolor intenso en mi boca. Palpo cada diente y noto que los caninos se afilan. El dolor cesa y tengo hambre. Tengo mucha hambre. Tengo hambre de vida. Necesito sangre. Compruebo mi aspecto. Me doy cuenta de qué llevo un vestido blanco, está ya bastante sucio pero conserva su espíritu de paz.

Me concentró y oigo los pasos del cazador. Lo veo viene corriendo hacia a mí con espada en mano. Me parece inofensivo.  Es un simple cazador, no es el Cazador de mi pensamiento. Lo sé y comprendo mi poder. Veo a las personas por su alma y no por su máscara. Veo la Verdad. Un simple cazador de seres de la noche, un aficionado que no sabe tras lo que anda. Pienso macabramente que va a ser divertido despedazarle. Ya nada en mi queda de humana, he olvidado lo que es serlo y cada vez siento más lejos siquiera el recuerdo de haber sido humana, también decido olvidarlo.

Cuando llega me apunta con su espada, piensa qué es un juego, que va a ganar el siempre. Soy la primera criatura de la noche que ve. Va a tener miedo antes de morir. Me lanzo sobre él y le enseño los colmillos. Huelo su sangre, oigo el fluir de sus venas y me lanzo sobre su cuello. Mil colmillos le atraviesan el tejido de la piel, hace un amago de gritar pero no puede. El miedo le paraliza, el miedo a la muerte le hace verme como la de la Guadaña. Absorbo su sangre, sabe a hierro y es sabrosa. Pasa por mi garganta lenta y rítmicamente. Ahora ya no la bombea su corazón, ahora la bombeo yo. Mi corazón no late porque no vive. Estoy muerta pero la sangre me mantiene.


Tras el ataque me levanto, unas gotas caen a mi vestido que pierde toda paz que pudiera inspirar. Una mancha roja se extiende por la zona en la que se encuentra mi inerte y frío corazón. Limpio mis labios con mis dedos y relamo la sangre que ha quedado en ellos. Miró el cadáver del desafortunado cazador y me marcho bosque adentro. Quien sabe quién será mi próxima presa. Quizás al caer la noche sea esa mujer que tiende su ropa en la casa del prado o el niño qué juega a su alrededor, o quizás busque una cacería mayor. Y ni siquiera el Cazador podrá hacer nada para deternerme.

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