No se juega con el tiempo

11 de septiembre de 2014

Más de una vez he pasado por aquella sala del museo. Aquella sala que tan amargo recuerdo me trae. En el centro de la sala hay un cuadro y en él, el retrato de una mujer sentada., con las manos en el regazo y la cabeza alta. Su vestimenta es sin duda es victoriana igual que el hombre que posa su mano en el hombro de la mujer. Los dos miran al frente.

Ese debía haber sido yo. No me refiero a estar en esa escena. Yo debía estar con esa bella dama. Yo crecí con ella y el propio tiempo me la arrebato. Un accidente. Recuerdo cómo la vi caer en aquel portal. La vi caer a través de los cristales del laboratorio en el que trabajamos. Aquel había sido el precio por haber conseguido crear una puerta temporal. No se puede jugar con el tiempo. No podemos creernos dioses.

Por eso me sonaba la dama del cuadro cuando vine con ella a visitar el museo. Incluso desde la pintura me aviso y no pude salvarla. No fui lo suficiente rápido. Tarde días en recordar el cuadro, muchos. Me volvía loco pensando que estaría perdida en cualquier época, en cualquier lugar, e incluso llegué a pensar que estaba muerta. Y de repente lo recordé. Fue cómo un jarro de agua helada, fue un duro golpe. Y fue peor cuando lo vi la primera vez tras su desaparición. Era una verdad dolorosa. A pesar de todo, ella había seguido adelante en el pasado, había logrado vivir una vida y parecía realmente buena. Creo sin duda qué lo qué más me dolió fue pensar que podía haberme olvidado y mi lado egoísta odiaba a aquel hombre que estaba a su lado. Era de locos. Odiaba a una persona que ya había muerto hace mucho tiempo.

No se juega con el tiempo. No somos dioses. Espero que fuera feliz, parece que encontró una familia. Al lado contrario del hombre un niño de unos doce años apoya su mano en el otro hombro de la mujer. Miro su rostro. Su boca se curva en una sonrisa. Pero el pintor captó la tristeza de sus ojos. Puede que sólo sea una paranoia mía. Puede que ella no sea esa dama aunque su rostro sea el mismo pero curtido con los años. Quizás el pintor se equivocó o yo he visto mal, quizás fuera feliz y encontrara su lugar en el mundo. O no. No me creo que aquella vida victoriana pudiera hacerla feliz. Mejor dicho, no quiero creerlo.

Ya nada importa. El viento se la llevo y yo me quede anclado al presente pensando en alguien que ya estaba muerto en el instante en que la perdí. Me aterra la idea que cuando estaba aquí pudiera estar ya muerta en el pasado. Esto es una locura. Me voy a volver completamente loco.